El reciente martes 7 de diciembre se terminaron las clases, los colegios cerraron sus puertas luego de una larga y rara gestión, en la que miles de niños y jóvenes se formaron en distintos niveles, así se mantendrán hasta el próximo año en el que habrá que retomar el aprendizaje.
Decimos rara, pues el Covid-19 hizo que el año escolar, en algunos casos sea virtual y en otros presencial, pero más allá de eso y tomando en cuenta que con el coronavirus tendremos que aprender a lidiar siguiendo las medidas y recaudos del caso.
Pero para los que cambia el curso de la vida, es para quienes cursaron el último curso, para los que estaban en ‘la Promo’, es un periodo de decisiones muy importantes, de incertidumbre y hasta miedo, de dudas insalvables, en que deben definir qué harán con sus vidas, hacia donde las llevarán, tienen que decidir que estudiarán, que carrera seguir, en fin, que profesionales quieren ser.
No es fácil en absoluto, quienes ya pasamos por esa etapa debemos decir que no se está preparado para dar este paso, porque todos esperan mucho y es demasiado peso el que de repente se pone sobre nuestros hombros, hay miedo por no saber qué rumbo tomar, existe miedo a la equivocación, a fallarle a los padres e incluso al elegir lo que a uno le gusta y no lo que ellos desean. Muchos padres cometen el error al pretender inducir a sus hijos que estudien lo que ellos ven mejor, sin considerar si les gusta o si tienen aptitudes para esa profesión, y allí no solo se frustra al futuro universitario sino se bloquea al futuro profesional.
Esta decisión del que estudiar y de lo que se pretende ser, debe ser asumida con calma y tranquilidad, pero ante todo tomando en cuenta que la profesión es para el estudiante y esa determinación debe ser algo que realice como persona al individuo, al universitario, pues en lo que se opte por estudiar es en lo que se asienta el futuro trabajo.
por: Julio Vaca Guzmán del Carpio / fundador de lavozdetarija.bo
