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miércoles, 4 / octubre / 2023

ALLENDE O EL TRIUNFO DEL ANTIPRAGMATISMO POLÍTICO 

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por: Max Murillo Mendoza

Salvador Allende murió en la Moneda, el palacio presidencial en Chile al pie del cañón, por lealtad a su pueblo. Lealtad que prefirió pagar con su propia muerte, aquella confianza que su pueblo depositó en él. Podía haberse escapado, tenía las posibilidades. El mismo Pinochet le ofreció un avión para su salida de Chile; pero Allende no cayó en esa trampa pragmática, en ese oportunismo politiquero, no abandonó a su pueblo y demostró su talante de líder, de guía de la historia popular de Chile. Así nació su leyenda que perdurará por siempre, no sólo en Chile sino en el mundo entero.  

Salvador Allende no negoció su futuro político, no hizo ningún cálculo personal sino su entrega en nombre del pueblo, que empezaba un calvario injusto de muerte, torturas, exilio, humillación y sacrificios inmensos. Prefirió ese sacrificio frente a la afrenta, o las posibilidades que le daba su cargo de presidente. Demostró ante la historia otra manera de enfrentar a la muerte, y triunfó sobre la muerte porque no se vendió ante el poder, no cayó ante la tentación de lo pragmático.  

Allende nos recordó a otro político parecido: Nelson Mandela. Quién tampoco negoció con el poder, se tragó 27 años de cárcel totalmente injusto; pero triunfó frente a la politiquería pragmática y egoísta. Esa actitud le dio  la oportunidad de cambiar la historia mundial, no sólo de la Sudáfrica racista. Allende es la herencia real y concreta de que se pueden mantener los valores éticos, aun a riesgo de morir. En un mundo donde el pragmatismo vulgar y peligroso están matando generaciones enteras, contaminando las prácticas políticas en simples resortes del oportunismo y la corrupción total. 

Los valores morales, aquellos factores fundamentales que son el ejemplo ético en los actos, en los hechos, siguen siendo desde hace miles de años los protocolos necesarios para hacer de la política un servicio al pueblo. Aquellos valores que le dieron al presidente Allende fuerzas para enfrentar a los monstruos de siempre, militares o no, y morir con la consciencia tranquila cumpliendo el deber y los compromisos hasta el final. 

Aquel 11 de septiembre de 1973, cuando la guerra fría era la excusa perfecta para los golpes de Estado, y los sucios millones de dólares de la CIA, que sirvieron para financiar el paro del transporte, para pagar a coroneles y generales anti democráticos, se desató la furia del monstruo dictatorial. Durará 17 largos años donde gran parte del pueblo chileno tuvo que soportar el oprobio, la soberbia, el odio y la prohibición de pensar distinto. Porque pensar distinto se pagaba con la vida, o con la tortura y las violaciones a los derechos humanos. 

El legado de Allende perdurará siglos, porque son las raíces mismas del sentido humano enfrentando a los pragmatismos monstruosos de todos los tiempos, de todas las coyunturas históricas. Se seguirán discutiendo los factores políticos; porque se le critica a Allende su falta de visión en momentos críticos. Se le critica no haber entregado armas a los militantes de izquierda, que le exigían en aquellos momentos. Se le critica su lentitud en la toma de decisiones en coyunturas críticas. En fin. Pero nunca se le condenará por traición o abandono al pueblo, eso está absolutamente claro. 

Estas son épocas oscuras y paradójicas, pues las posiciones éticas y morales no son precisamente las cartas de presentación ejemplares, sino todo lo contrario. Lo anti ético, lo bajo y rastrero son los condimentos actuales, que ciertamente han hecho mella en las juventudes, en las generaciones actuales. La urgencia de nuevos derroteros en los asuntos sociales, en los asuntos que tienen que ver con los hechos políticos e ideológicos necesitan cambios radicales.  

Los ejemplos, como en el caso de Allende o Mandela, son insumos absolutamente necesarios y urgentes, cuando vemos con escalofríos las rupturas de los tejidos sociales en nuestra propia sociedad. Todos quieren pisar a todos, los costos ya no se toman en cuenta. Los daños éticos y morales ya no interesan, la carrera por el poder ha enceguecido a moros y cristianos, pues los valores humanos y supremos ya no son lo más importante. Por todo eso, es necesario retornar a ejemplos tradicionales como Allende, para curar los enormes daños en el ejercicio de la política, y rescatar aquella premisa básica de la enseñanza política, desde hace siglos: servir al pueblo, por sobre todas las cosas. 

De hecho los revolucionarios rusos o cubanos, tenían claro estas premisas en aquellos momentos históricos exigentes. Pues romper las historias de explotación y expoliación del espíritu humano, requieren altos índices éticos y morales en el ejemplo de servicio al prójimo, a las masas hambrientas y sedientas de justicia y dignidad. 

El presidente Salvador Allende, trascenderá las historias en adelante. Hoy le recordamos cincuenta años después de su muerte. Muerte que fue triunfo de las ideas éticas, frente a la prostitución de la política y la politiquería de todos los tiempos. Frente al pragmatismo de moda, que sólo envenena las mentes y almas de las nuevas generaciones. 

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