Sabido es que entre desarrollo y crecimiento hay una diferencia profunda. Lo primero quiere decir una transformación evolutiva global que abarca todos los aspectos de la sociedad y lo segundo se circunscribe sólo a lo económico. Hay países económicamente ricos, pero sin los niveles culturales equivalentes. Desde hace mucho tiempo, en los países de nuestra América, se discute la forma más rápida y legítima de superar el atraso y la pobreza. No hay hechos mágicos ni milagrosos en la historia. Todo depende de la capacidad creadora del ser humano.
Es importante afirmar, con la debida claridad y precisión, que el desarrollo no es fruto sólo del deseo o de ciertos actos políticos, supuestamente, realizados a favor de los pobres. Las transformaciones estructurales y, en esa dinámica, el aumento de la producción y de la productividad del trabajo, son resultado de acciones mentales y operativas cuidadosamente concebidas y practicadas. Los pueblos son pobres o ricos, principalmente, como resultado del esfuerzo que realizan. Ninguna concesión gratuita, ningún regalo sustituye lo que cada país debe hacer con su propio esfuerzo. La libertad que, en su dimensión histórica, es una forma de satisfacer necesidades, si no es fruto de lo que uno mismo hace, no es libertad.
Para que los pueblos se desarrollen, entre otros, los requisitos imprescindibles son: una voluntad evolutiva clara e inquebrantable de gobernantes y gobernados, condiciones objetivas y subjetivas para fomentar la creatividad y el esfuerzo realizador de la gente, disciplina consciente de todos para actuar en el marco de los planes y programas aprobados, relaciones internacionales de mutuo respeto y beneficio. Algo determinante es la organización del Estado, es decir, la parte política del desarrollo. Sin esas condiciones mínimas no hay proceso transformador ni evolutivo, al contrario, en el caos y en la inseguridad todo tiende a retraerse, a disminuir y finalmente a desaparecer.
Bolivia es uno de los países más pobres del continente, necesita urgentemente superar niveles, ciertamente, ominosos de existencia, necesita aprovechar inteligentemente sus recursos naturales, utilizar con dignidad y acierto la cooperación internacional y dar una proyección optimista y honorable a la inteligencia y al trabajo de su pueblo. Sería, ciertamente, un error difícilmente ocultable, no utilizar eficientemente las posibilidades y recursos que actualmente existen. De hecho, malgastar el ahorro interno, es casi como desperdiciar la sangre del pueblo.
Tanto los inversionistas como los trabajadores necesitan condiciones apropiadas para cumplir su función. Razonando con la mayor sencillez posible, podemos afirmar que nadie invertiría su dinero allá donde no hay garantías para tal actividad. La tendencia de los empresarios a buscar lugares más estables y seguros, no es un error ni una inconsecuencia. En general, los factores productivos que son, metafóricamente hablando, como las plantas, necesitan las condiciones adecuadas para existir, sin ese medio vital, simplemente se anquilosan o se van. El desafío, insoslayable, se refiere a quienes definen las condiciones políticas, sociales y jurídicas imperantes.
Los inversionistas, como todo ser humano, buscan los lugares adecuados para realizar sus actividades, obviamente, se van cuando son hostilizados o alguien los amenaza y dificulta su trabajo. Nadie está obligado a quedarse en ámbitos arbitrariamente dominados por fuerzas injustamente adversas.