por: Max Murillo Mendoza
Allá a mediados de los turbulentos años 80 del anterior siglo, cuando la podredumbre de la UDP y la izquierda tradicional, solíamos decirles a los de clase media pequeño burgueses inquietos. Pues, se metían a la fuerza a las marchas en contra del poder a gritar contra el imperio y sus lacayos; pero siempre nos despertaban sospechas de sus actitudes de adolescentes. Aquellos blanconcitos que decían estar a favor de los oprimidos, tenían ciertamente comportamientos que me siguen produciendo preguntas, no respuestas, que nunca se han investigado en un país plagado de anécdotas y especulaciones pero no investigaciones científicas.
Hoy, en otras condiciones y coyunturas históricas cuando los movimientos indígenas han reemplazado a los mineros de otrora, las clases medias comodonas como son porque siempre están atentas para acaparar las burocracias, desde siempre, sirviéndose de las clásicas luchas de los pueblos pobres. Hoy, seguimos viendo a esas clases medias, que siempre son a medias, sirviéndose de otros actores sociales, porque en esencia no tienen proyecto de clase. Insisto, estos fenómenos estructurales merecen investigaciones profundas que no se han hecho. Considero con los materiales que tenemos a disposición, podemos afirmar que las clases medias realmente no tienen proyecto de clase.
Los escritos políticos de las clases media no han variado en percepciones desde aquellos años 80, no tienen consistencia de clase, sino sólo bulla melodramática como llamando la atención de los demás para subirse al poder en nombre de ellos. Su consciencia de clase no es suficiente en este país, porque este país exige modelos y pruebas de clase para ser íntegros como muy pocos lo han sido. Por ejemplo Marcelo Quiroga Santa Cruz. Por eso no hay intelectuales políticos de clases medias, los que hay dejan mucho que desear intelectualmente, a lo sumo son militantes inquietos y buscando poder por donde sea. Aunque sea de porteros de los ministerios.
No existen en Bolivia investigaciones estructurales, como en el tema de las clases sociales. Sólo sabemos por las especulaciones que se hicieron, desde la política, lo que son las clases altas, oligarquías, clases medias, clases populares, etc. No sabemos a ciencia cierta sus nacimientos y sus procesos históricos como sus papeles en distintos procesos sociales desde la colonia. Como en muchos temas, son piezas claves a investigar para saber con más exactitud nuestros procesos históricos.
Desde mi perspectiva, las clases medias siempre están muy a medias. Pienso que su papel trascendental ha sido con la revolución del 52. Aprovecharon aquel momento histórico para adueñarse de las burocracias del Estado, y realizar algunos actos históricos de trascendencia. Después vino su rotundo fracaso, boicoteando el proceso revolucionario, sirviéndose al mejor postor y acomodándose después con el mejor patrón que fue el dictador Barrientos. Siempre a la deriva, siempre sin autoestima política. Es decir, sin proyecto de clase. Sin aquella herramienta que le permita tener una visión más certera del país, al menos con algún nacionalismo mínimo, que le permita aportar a los procesos del país, porque sin duda alguna su importancia como clases medias está fuera de duda, como lo demostraron precisamente en la revolución de 1952.
Las clases medias pueden ser muy importantes; pero no acaban de entender su papel en este país ni sus potencialidades que son enormes. Son dueñas de negocios, de colegios privados, de estructuras importantes económicas. Esa potencialidad sin embargo, queda totalmente opacada por sus limitaciones políticas, en ausencia de un proyecto de clase. Por lo que siempre están apegándose o mangueando otros procesos políticos.
En otros países vecinos, comparativamente, como la Argentina, Brasil, Perú o Chile, vemos ese papel importante de las clases medias en las ciencias, en las posturas de sus universidades, en la exportación de sus intelectuales y científicos, en definitiva en la seriedad que le ponen como proyecto de clase. Por aquí nada de eso tenemos, sino la mediocridad como norma y firma de las clases medias. Quizás no por culpa de ellos mismos; ni siquiera son dueños de sus propios derroteros y destinos.
Necesitamos clases medias fuertes, con sello propio y destino propio como país. No sólo que sean coladera de otros grupos sociales más fuertes política e ideológicamente. Que tengan autoestima histórica propia e identidad propia frente a los desafíos del país. Las clases medias pueden ser articuladoras poderosas de otras clases sociales, desde la ciencia, desde la intelectualidad, desde sus universidades que pueden ser instrumentos poderosos de cambio en el país.
En Bolivia son las clases marginales las que dan su sangre, su sacrificio para que el país tenga mejores días. Las clases medias solo esperan cómodamente su oportunidad, para tomar las instituciones. Ese profundo egoísmo de clase ya llega a su fin hace mucho tiempo; el país espera también sacrificios de clase para incorporarlos en los proyectos de cambio. Porque por supuesto todos somos importantes en esta compleja construcción de país, en un mundo cada vez más cabronamente competitivo y cruel como sistema. Necesitamos a unas clases medias fuertes y ojalá poderosas, sin egoísmos históricos y sin melodramas a falta de autoestima política e histórica.