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viernes, 26 / abril / 2024

PRIMERO DE MAYO EN PANDEMIA MUNDIAL

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El proletariado del orbe no tiene nada que festejar, en un mundo plagado de pandemias de hambre, miseria generalizada, desocupación, precariedad laboral, incertidumbre incluso para los jóvenes obreros que no tienen presente y futuro alguno. Pues festejar es para ilusos y desubicados que sólo aprovechan demagógicamente, utilizando la memoria de los obreros en fines comerciales y totalmente desatinados. N siquiera saldrán a las calles, sino con las restricciones que el sistema ha impuesto por todo el mundo, porque ahora las cárceles postmodernas son las mismas ciudades.

 

Las revoluciones también han sido condenadas a los recuerdos nostálgicos, de chupas y farras de la burguesía que son los que más festejan estas derrotas. Las revoluciones son parte de la historia, que es contada por los triunfadores del sistema, como parte de los monumentales engaños a las masas siempre ansiosas de cambios; pero que no han  merecido mejores líderes ni intelectuales de calibre.

 

Pero la historia sigue sus caminos y senderos, aun con las burocracias siempre traidoras en todos los tiempos, justificando mecanismos de poder mezquino que sólo repiten lógicas de castas, grupos de poder más allá de las ideologías: operadores de negocios y turbias economías: el fin justifica los medios. La historia sólo les absolverá a los obreros y proletarios anónimos. A esos que día a día sudan el sol de la explotación, del engaño de sus burocracias con sus discursos en nombre de ellos.

 

En este primero de mayo, en medio de la pandemia, nada hay que festejar sino recordar que los obreros siempre fueron los artífices de sus derroteros. No sus burocracias burguesas y testaferros. No sus intelectuales siempre débiles y justificando sus posiciones comodonas y burguesas. Sino sólo ellos son los portadores de sus propias banderas de lucha, que a lo largo de los siglos no han cambiado de rumbo en medios de imperios, republiquetas coloniales y demás gobiernos postmodernos.

 

La historia les absolverá a esos millones de obreros y obreras a lo largo del mundo, que siguen nomás en medio de sistemas de explotación y podredumbre moral y ética. Millones de obreros que nada tienen que esperar de los discursos de moda, de quiénes no tienen moral y legitimidad revolucionaria; pero que se darán el lujo de hablar en nombre de ellos. Los explotados del mundo seguirán sus propios derroteros y proyectos de cambio. Saben que no pueden contar con quiénes son dueños de la moda y sus discursos. Saben perfectamente quiénes son los enemigos internos, que son más peligrosos que el propio imperialismo.

 

Hoy mismo millones de obreros están siendo sometidos a experimentos mundiales, donde las protestas no sólo se controlan vía cuarentenas rígidas, sino con sofisticados sistemas de explotación financiera, para desmoralizar y acuartelar las mentes y cuerpos. Otros tiempos, otras maneras de explotar y engañar a las masas. La modernidad es la continuidad de todos los sistemas de explotación laboral. Las diferencias son sólo de matices en las épocas, en las coyunturas históricas y en las coyunturas sociales. En el fondo sólo varían las generaciones y los cambios de guardia en los papeles.

 

Todas las revoluciones industriales y tecnológicas son fuente de admiración, fuente de estudios pormenorizados. No sus resultados: explotación y domesticación de las mentes a lo largo de estos procesos. Por lo que el sueño de los obreros, desde hace cientos de años, por la libertad y la emancipación laboral sigue vigente. Ninguna revolución industrial y tecnológica ha logrado estos sueños, que son del proletariado mundial, para conseguir la plena libertad humana y su goce en la tierra. Seguimos nomás viendo que los tiempos son los mismos, referidos al castigo brutal del sistema que es la explotación y la expoliación del espíritu humano.

 

El proletariado mundial no tiene que festejar, sino dotarse de mejores instrumentos de lucha para seguir en la senda de sus antecesores, de sus ancestros que muchos de ellos murieron en el camino; pero con sus sueños firmes de lograr la plena libertad en contra del trabajo expoliador y explotador. Los que festejan son sus traidores. De esos que abundan en las oficinas y los carteles de las burocracias. Aquellos que sólo se sirven del trabajo y del sudor de los obreros.

 

En este primero de mayo sólo tenemos que recordar la sangre vertida, a lo largo de la historia, por quiénes soñaron con mejores días. El camino es largo, mientras haya consciencia y voluntad de libertad todas las puertas siguen abiertas hacia la plena emancipación del proletariado, de sus conquistas sociales y sus conquistas espirituales. En estos tiempos de podredumbre moral y ética, el proletariado agita sus banderas con las mismas miradas de sus antecesores que no dudaron un segundo, para emprender sus batallas por cambiar y volcar la tortilla de la historia. Las revoluciones de los obreros son posibles. En contra de los traidores y sus discursos de moda mangueando las luchas proletarias.

 

La emancipación de los obreros será obra de ellos mismos.

 

 

por: Max Murillo Mendoza 

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