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jueves, 25 / abril / 2024

LA MODERNIDAD Y SUS FANTASMAS MODERNOS

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La modernidad fue ante todo cambio, revolución, invento y novedad. Nacida allá en 1492 cuando Europa se lanza al mundo, y se encuentra con otros mundos que desconocía pero que intentó conocerlos sometiéndolas. Esa modernidad de visiones propias culturales, no significó lo mismo para todos. Para los inventores fue por supuesto novedad, admiración y ceguera por el Progreso y Desarrollo. Para quiénes fueron sometidos, significó más bien destrucción, aniquilación, racismo, desprecio, humillación. Pues el Desarrollo y Progreso con el tiempo fue la ceguera por el cemento, por el ladrillo, por la educación moderna que sus resultados son catastróficos: destrucción de la naturaleza y el hábitat humano, animal y vegetal. Porque en definitiva la ideología de la modernidad, sólo benefició a una muy pequeña parte de la humanidad, a cambio de toda la destrucción humana.

 

La modernidad inventó por supuesto los imaginarios de cambio, de revolución, de novedad, de ciencia pura. Los conceptos, por ejemplo, de izquierda y derecha son hijas legítimas de la modernidad, porque ambas se disputan hasta hoy las banderas de Desarrollo y Progreso; unas en nombre de pueblos avasallados y otras en nombre de la propiedad privada. La modernidad inventó también la soledad, el individualismo, el consumo, el amor ciego por todo lo que sea domesticar a la naturaleza, someterla a la total voluntad humana.

 

En el tercer mundo, en términos de quiénes inventaron la modernidad, dichos conceptos no tuvieron contenidos reales sino importados para los sistemas de sometimiento: económicos y políticos. Vemos hasta nuestros días la destrucción total de la Amazonía, precisamente en nombre del Desarrollo y Progreso: la conquista de la naturaleza y su total sometimiento. Montañas, cerros, valles y llanos son sistemáticamente destruidos para sólo confortar a la mentalidad moderna de los gobernantes tercermundistas, sean de la ideología que sean no hay diferencia. Las razones también son la mismas: salir de la pobreza, dar oportunidades a todos, etc, etc. La modernidad se dio la manera de buscar y encontrar todas las excusas posibles, para destruir la naturaleza.

 

Los sistemas educativos siguen esa ruta de la destrucción, porque esencialmente tienen visiones modernas o modernistas: mercado total, es decir destrucción de la naturaleza. Estos sistemas no cambiaron de visión y contenidos desde finales del siglo XIX, cuando definitivamente se pusieron de moda los conceptos de Desarrollo y Progreso. Y continúan deleitando las mentalidades de las ciencias actuales. Los cosméticos que adornaron para disimular la destrucción, como alternativos o sostenibles, no sirven para nada sino para seguir justificando a los endiosados conceptos de Desarrollo y Progreso.

 

Lamentablemente ni siquiera las nuevas corrientes a la luz de la TICs, o de la cibernética o la robótica, cambiaron el fondo de los contenidos de la modernidad. Todavía peor en el tercer mundo, la destrucción de la naturaleza no ha parado su ritmo diabólico: nuestras selvas, valles, ríos y montañas tienen los días contados. Pero a nadie le interesa un carajo esta destrucción. Las hijas de la modernidad: izquierda y derecha, nada tienen que decir o hacer al respecto, sólo responden a su ideología y sometimiento como destrucción de la naturaleza. Nada pueden ofrecer para cambiar su ruta y tragedia.

 

La pandemia del coronavirus nos restregó en el rostro por todo el mundo: que la naturaleza puede reaccionar en su destrucción, alertándonos de que nada quedará impune. De que reaccionará cuando sea posible, defendiéndose del humano y su naturaleza muchas veces destructiva y contaminadora. Los pueblos ancestrales por todo mundo, los pueblos condenados por la modernidad, sabían desde siempre que mejor la reciprocidad y la convivencia con la naturaleza; no la ruptura con ella.

 

Sin embargo, la modernidad sigue ciega. Sus discípulos por todo el mundo sólo atinan a teorizar sobre modelos posibles y alternativos; sin hacer absolutamente nada para parar o retroceder el ritmo de destrucción del mundo. La ideología de la modernidad, con sus contenidos destructivos, siguen nomás sus lógicas de destrucción por todo el mundo: cemento, edificios, ladrillos, civilización contaminante. Es decir, menos bosques, menos selvas, menos animales, menos ríos y lagos. Millones de años en procesos naturales, se destruyen en pocos años con la ceguera humana moderna.

 

Los resultados de la modernidad, desde el año 1492, son a todas luces catastróficos. Ya no es suficiente los consuelos de rostros positivos: se han sanado y curado enfermedades, etc. Los resultados nos muestran sólo tragedias, destrucción brutal de la naturaleza, como del espíritu humano. La modernidad con sus ideologías políticas destructivas, sólo han hecho de la existencia humana un valle de lágrimas, sin sentido existencial posible donde lo humano es apenas un ser errante, sin sueños ni valores que trasciendan por el universo. Sus palabras se han vaciado de contenidos, no tienen sentido.

 

Las nuevas generaciones tienen todavía la oportunidad de salvar lo que queda, lo poco, de la naturaleza. En todo el sentido de la palabra, salvar quitando el espíritu destructivo de lo humano, que nos está llevando a una hecatombe segura. Salvar y hacer posible que la casa común sea habitable, sea posible compartir en reciprocidad con la naturaleza, con los Dioses y los sentidos de la existencia misma. Generaciones que tienen desafíos colosales,  volver a construir sueños comunes en el presente, para las nuevas generaciones que ojalá tengan la posibilidad de llegar a un futuro más ancestral y realmente sostenible.

 

por: Max Murillo Mendoza 

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