El papa argentino tuvo que llegar a Perú para sentir el entusiasmo de la población católica, que salió en masa a las calles para arroparlo y que contrasta con la frialdad con la que fue recibido en Chile.
Visiblemente cansado, después de una semana en la que ha recorrido miles de kilómetros para visitar seis ciudades en los dos países con una agenda cargada de actos, el papa todavía tiene fuerza para reprender a la gente de su Iglesia.
A las religiosas de vida contemplativa del Señor de los Milagros les recordó que los «chismes» en los conventos amenazan la unidad de la Iglesia y los comparó a los «terroristas, que tiran la bomba y se van».
«¡Monjas terroristas, no, que se muerdan la lengua!, espetó el pontífice ante la carcajada y quizá el sonrojo de decenas de religiosas.
En su última jornada en Lima, con una población de 9 millones de habitantes, Francisco también orará ante las reliquias de los cuatro santos peruanos que reposan en la catedral -las del quinto, Francisco Solano, fueron robadas hace unos 25 años y nunca han aparecido- y rezará el Ángelus. (Afp)