por: Max Murillo Mendoza
Los siglos XIX y XX fueron el triunfo del Desarrollo. Era indiscutible su reinado y teóricamente estaba justificado por todas las ideologías del mundo. Todos querían desarrollo a como de lugar, sea desde el Estado o desde la iniciativa privada. Sobre ese concepto se montaron todas las demás aseveraciones científicas de todas las ciencias. Muy cerquita de ese concepto estaban las cuestiones más ideológicas de civilización y comparaciones de pueblos avanzados o atrasados. Pero ya hubieron voces desde siempre, sobre todo desde mediados del siglo XX, que cuestionaron sus encantos: contaminación ambiental, destrucción de la naturaleza, consumismo peligroso y desigualdad económica por todo el mundo.
Hoy, ya muy entrado en el siglo XXI, los resultados de esos siglos de gloria del Desarrollo son a vista de todos dramáticos. Las noticias mundiales están abarrotadas de inundaciones, sequías, lluvias inexplicables que destruyen todo a su paso. Ni qué decir del calentamiento global que mata fauna y flora todos los días. Es decir, el Desarrollo como tal está en cuestionamiento pues sus resultados no son tan beneficios como se pensaba hace dos siglos. Las nuevas generaciones son muy conscientes de eso, por lo que sus actitudes están siendo críticas frente a las otras generaciones.
Ese fenómeno del Desarrollo también llevaba consigo los avances científicos y tecnológicos, que en ese sentido el mundo nos demuestra que la separación entre pobres y ricos, es cada vez más ancha. El abismo entre Desarrollados y subdesarrollados se agranda. Unos ya están en los dilemas de las inteligencias artificiales; la mayoría de los países, sobre todo del sur del mundo, ni siquiera hemos entrado a la primera revolución industrial. Unos pocos ya piensan abandonar este mundo para conquistar y colonizar el universo; la mayoría seguimos nomás entre el hambre y la miseria colectiva, como colofón de los anteriores siglos de Desarrollo.
A todas luces, aquello del Desarrollo y Progreso ha sido para muy pocos países. Las condiciones de esos Desarrollos los han puestos precisamente esos pocos países, para beneficiarse sobre todos los demás. Aquello se llamó plusvalía, la riqueza mundial expoliada y saqueada en esos términos injustos del Desarrollo. Los intentos de todos los países, para igualarse a los Desarrollados han sido vanos. Eso nos demuestra la historia.
En todo caso, teniendo los resultados dramáticos por todo el mundo, estamos en el dilema del qué hacer como humanidad. Pero mientras haya todavía voces brutales y trogloditas como Trump o Milei por el sur, simplemente seguiremos condenados a los términos impuestos hace dos siglos. En la trampa mortal de la fórmula del Desarrollo desigual e injusto, donde unos pocos se benefician de la riqueza mundial; y las grandes mayorías sólo asistimos al banquete egoísta y ególatra de los pocos.
Ni siquiera las revoluciones sociales han sido capaces de volcar la tortilla. Los chinos al final tuvieron que entrar nomás a asumir esa fórmula por razones de Estado, por razones de sobrevivencia. Si bien sus postulados son comunistas, sus prácticas económicas son capitalistas. Tienen sus razones en todo eso; sus estrategias de Estado frente al poder del mercado mundial y sus colaterales enormes: política y diplomacia de por medio. Razones prácticas para un país con más de mil millones de habitantes.
Vistos los resultados de siglos de Desarrollo, lo que nos queda es humildad frente al Goliat de las consideraciones del Desarrollo. Por estos lados del mundo, increíblemente los pueblos llamados bárbaros o faltos de civilización, tuvieron experiencias de cuidar la naturaleza, de tener actitudes de reciprocidad con la fauna y la flora. Todo eso hace miles de años atrás, les permitió tener un mundo más sostenible. Lo poco que nos queda de ese legado, sabemos hoy, pueden ser las respuestas a las necesidades presentes para revertir el cambio climático y sus consecuencias.
Nunca les daremos alcance en esa locura de la carrera por el Desarrollo. Esa posibilidad ya está cerrada para nosotros, tal como fue diseñada la fórmula hace dos siglos. Y quizás mejor no entrar en esa locura, vistos los resultados que nos trajo en estos siglos. Pero cierto tenemos que vivir como país y región. Cierto que las nuevas generaciones requieren sostenibilidad económica en el presente y futuro, pues nuestros recursos naturales seguirán siendo la base de nuestras estrategias de sobrevivencia. Ojalá con los equilibrios y cuidados que requiere la naturaleza.
Cómo siempre a lo largo de la historia, una de las premisas siempre será la educación. Si esa base estructural la cuidamos y la explotamos con la información actual, con las reflexiones científicas actuales, podemos enfrentar de mejor manera los enormes desafíos que hay en el mundo, en la región; en nuestro país. Necesitamos consensos de país, acuerdos en nuestras estrategias nacionales. No tonteras de republiquetas y regiones dizque independientes, que sólo destruyen la posibilidad de generar por fin Nación, por fin Estado Plurinacional. Lo contrario, pues es continuar nomás en la fórmula del Desarrollo impuesta por los poderosos hace dos siglos.