por: Max Murillo Mendoza
Caminar en nuestras calles es sólo ser testigos de la inmensa pobreza y miseria de niños, mujeres de todas las edades, hombres de todas las edades y cómo no de viejos, de manera indigna. Sin embargo, varios “revolucionarios” hacen gala de sus análisis de eventos de las revoluciones, o teorías varias, cuando la dura realidad de nuestras propias calles contradicen a esos anti éticos, anti revolucionarios, anti humanos y pues anti sentidos comunes. Los discursos tienen que ser coherentes con las prácticas políticas, sino son engaños. Absolutos engaños a los pobres y miserables que son utilizados en esos discursos.
Aquellos discursos “revolucionarios” son actitudes burguesas y pequeño burguesas, hipócritas y deshonestas, que nada bien le hacen al proceso de cambio. Proceso de Cambio que tendría que estar absolutamente en favor de los más pobres y miserables, porque en nombre de ellos se han formulado estos desafíos para construir Políticas de Estado Plurinacionales, en beneficio de las mayorías nacionales.
La exigencia de coherencia y ética revolucionaria tiene mucho que ver con este fenómeno de miseria y pobreza. Dice el proverbio que no basta rezar para cambiar las cosas, hace falta muchas cosas más. Es decir, hace falta fundamentalmente ética y coherencia con las realidades a las cuáles nos estamos refiriendo. Me refiero a la ética revolucionaria y comprometida para quiénes, supuestamente se cambiarán las realidades: se volcará la tortilla.
Sin embargo, en épocas oscuras y nada éticas todo se ha convertido en argumentos de poder, sin sentido alguno respecto de los planteamientos filosóficos y argumentos producto de reflexiones profundas, que justifiquen los cambios sociales para que sean viables. Todas las coyunturas históricas han tenido desafíos cuando la pobreza y miseria han sido indignos momentos anti humanos, cuando las injusticias son excusas de los poderosos para ocultar sus estafas y ganancias extremas, explotando y expoliando a los trabajadores. Entonces sí, tienen sentido los argumentos y planteamientos filosóficos de los cambios.
Las nuevas generaciones han heredado circunstancias paradójicas, cuando de reflexiones en sentido de cambios se refieren. Las condiciones concretas de los conceptos de Revolución y Cambios Sociales, no se han analizado desde hace mucho tiempo en nuestro país. Las valoraciones no tienen argumentos en estas coyunturas. Respecto de revolución, seguimos nomás con aquellas de los años 60 y 70. A pesar de los desarrollos históricos, de los hechos y sus resultados; realmente no han merecido reflexiones teóricas actuales. En cuanto a los conceptos de Cambios Sociales, tampoco hay consideraciones teóricas actuales, sino las que se han deducido de los acontecimientos a inicios de este siglo y milenio.
Con razón carecemos de postulados filosóficos y al menos sociológicos, para los procesos sociales más actuales. Pero los acontecimientos, los hechos históricos, son muy parecidos a los acontecimientos de hace un siglo, o medio siglo: pobreza, miseria, marginalidad y falta de oportunidades para las nuevas generaciones. Hechos y acontecimientos, que se tienen que analizar a la luz de las nuevas corrientes epistemológicas, filosóficas. En suma teóricas y de hechos sociales e históricos de trascendencia mundial como el cambio climático, la crisis de las iglesias o religiones, las crisis de los sistemas educativos que no responden a las velocidades de los cambios profundos de las ciencias y las tecnologías. Entre otros.
Pero también, en estas complejas coyunturas, las exigencias de posturas éticas y de coherencia en el servicio a la sociedad, es decir del quehacer político, tienen que seguir con la tradición de aquellas revoluciones donde el ejemplo y las coherencias eran ante todo lo más importante, los demiurgos de las revoluciones. Hoy tenemos analistas y sesudos mentirosos, que simplemente frivolizan y disfrazan intereses mezquinos, egoístas y peligrosos, cuando la miseria y pobreza ensombrecen con magnitudes brutales a la ética, a la moral y las raíces mismas del sentido de la vida.
No se trata de limosnas, de dinero en las manos de los pobres y miserables, que son momentos donde lavamos en algo las consciencias humanas, sino se trata de cambios reales, de transformaciones de la realidad, es decir de volcar la tortilla en serio.
Pues nuestras calles deberían ser el principal instrumento de reflexión, de postulados para nuevas actitudes éticas, morales y de coherencia. No necesitamos las frívolas escrituras, burguesas o pequeño burguesas, donde los pobres son las excusas de lo más anti ético y anti humano de las reflexiones sobre lo que está aconteciendo.
Los miles de pobres, los millones de hambrientos y sin esperanzas cotidianas, deberían exigirnos esfuerzos para sacar adelante a nuestra Patria, a nuestra Nación. Esos pobres que son las mayorías de nuestras ciudades, exigen consensos, diálogos, encuentros civilizados en función de cambios en las Políticas de Estado para mayores oportunidades en todos los rubros posibles. Inclusivos, radicalmente inclusivos sobre todo en la economía y las posibilidades enormes de proyectos sociales y económicos.
Las teorías políticas y de compromiso social, tienen que seguir teniendo el sello de la coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace. Entre la palabra y los hechos. Esas son las herencias más importantes de los revolucionarios puros, de aquellos que murieron en las trincheras de todos los tiempos, en primera línea. Los burócratas de la palabra son los peligrosos anti éticos, y pues los que sólo quieren la sangre de los sacrificados en función de sus bolsillos y oficinas. La historia nos ha enseñado de todo esto.