por: Max Murillo Mendoza
Las revoluciones siempre han tenido el objetivo de volcar la tortilla, para hacer del mundo menos injusto, donde los desheredados de la historia por fin tengan algo de pan y justicia humana. Pero una de las condiciones era que sus líderes o dirigentes, tengan las condiciones éticas, de liderazgo en el ejemplo de vida y coherencia respecto de lo que hacían y pensaban. Es decir, realmente limpios en el sentido de proclamar revolución y que sus vidas estén al servicio de esas causas nobles, en función de los demás. Tamaña armonía exigente de coherencia no era para todos, sino para muy pocos en la vida; pero que cambiaron el mundo o al menos algunas regiones del mundo, buscando justicia.
Hoy complicado encontrar semejantes seres inmortales, las condiciones humanas han hecho de este mundo un espacio pragmático y poco gentil, poco afecto a las causas humanas o de cambios en las estructuras políticas y económicas. La ausencia de ética, de coherencia entre lo que se hace y se piensa es lo más normal. La palabra se ha devaluado hasta extremos preocupantes, ya no significa nada frente a los hechos. Frente a la dura realidad del pragmatismo aberrante y vulgar.
Los Mujicas, los Ché Guevaras, los Gandhi, los Mandela han dejado de ser banderas de lucha, banderas de búsqueda de libertad y justicia. La moda y lo humano demasiado humano, se ha impuesto como macabra forma de hacer justicia aun sea buscando la muerte por la muerte, sin el sentido de coherencia en la construcción de visiones éticas, de visiones al menos democráticas. Aquellos que entregaban sus propias vidas en la construcción de justicia, hoy son simples decoros de oficina, o de los recuerdos en el cementerio de la historia.
Más allá de las percepciones sobre el poder, sistematizadas desde Maquiavelo, la política siempre se defendió como el arte y la ciencia al servicio de los demás, de la colectividad, de los intereses de la comunidad. Es decir, la clave de las concepciones de la política es definitivamente lo ético. El poder por el poder ha demostrado ser viable sobre montones de cadáveres, de muerte por doquier y soberbia por doquier. Los ejemplos que la historia nos regala son elocuentes: Hitler, Stalin, Pol Pot, Pinochet, los distintos imperios a su turno, etc, etc.
En estas épocas oscuras y de ausencia de claridad en nuevos derroteros de la política, cuando el cambio climático nos restriega en el rostro que el capitalismo en su faceta imperial, simplemente ha destruido todo lo que tocó y manipuló a lo largo de la modernidad, no estamos construyendo algo más digno políticamente para las generaciones futuras. Seguimos con los modelos tradicionales y clásicos, que lo único que consiguen son confrontaciones y muerte de quiénes utilizan esos instrumentos. La lógica amigo-enemigo; blanco-negro o estás conmigo o en contra mía, es lo tradicional y de manual universitario.
Sin embargo, el concepto Revolución sobrevive desde tiempos inmemoriales cuando las injusticias son insostenibles. A lo largo de miles de años, las sociedades se han sublevado cuando los reyes cavernarios, o cuasi modernos, o los gobernantes de cualquier rincón del mundo, han sido criminales o soberbios, pues los pueblos tomaron decisiones extremas para volcar la tortilla. Esa actitud humana de búsqueda de justicia, de dignidad humana y equilibrio en las leyes, seguirá siendo la fórmula coherente y actitud también en el presente y futuro de nuestra existencia.
En estos momentos de la coyuntura histórica mundial, y nacional, de convulsión económica y social, necesitamos con urgencia que la política sea rescatada desde percepciones éticas, que fueron las raíces para conseguir justicia, libertad y dignidad económica. Eso es: coherencia de líderes y políticos totalmente ejemplos en lo ético y moral, respecto de las actitudes de servicio hacia la colectividad, hacia la sociedad. En momentos donde el pragmatismo diabólico y cruel se ensaña con el alma de la humanidad, como nunca antes necesitamos converger a sentidos políticos, en actitud y pensamiento, totalmente al servicio de la comunidad, de la Nación, de las necesidades fundamentales de los pobres y humildes.
Los violentos e irracionales están cabalgando los caballos del apocalipsis por todo el mundo, los guerreros y sedientos de sangre. Y al parecer el silencio de la mayoría mundial, se hace cómplice de semejante espectáculo dantesco de la política mundial. Esos criminales hoy por hoy son los ejemplos de la política, lo cual debería herir a los sentimientos por la política ética, de coherencia moral con las bondades humanas más profundas: búsqueda de justicia para los desheredados de la historia.
Las Revoluciones siempre serán necesarias, cuando el destino humano por el bien común esté en peligro. Cuando los sanguinarios y déspotas empiecen a maltratar a la comunidad y a los líderes con ética y moral, pues bien venidos sean las Revoluciones. Las Revoluciones siempre volcarán la tortilla para ordenar el rumbo de la historia humana, y entregar a los pobres de la tierra algo de dignidad para un morar feliz en este planeta. En fin.