En la historia de la aviación moderna han sido varios/muchos los accidentes cuyas tasas de mortalidad se han duplicado, o a veces hasta triplicado, porque los aeropuertos se hallaban situados en medio de una zona con una amplia densidad urbana.
Pero si a eso le sumamos que se vuela en avionetas prácticamente obsoletas, como son las de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), y encima con pilotos que cumplen ‘practicas de vuelo’, tenemos sin exageración alguna, una potencial bomba dando vueltas por los cielos de la ciudad de Tarija.
Poner en riesgo la vida de ciudadanos ante un caso como los anteriormente mencionados, donde alguna falla mecánica no le permita al avioncito regresar al aeropuerto sino obligue al aprendiz de piloto y su instructor a maniobrar sobre casas antes de un choque catastrófico es una gran afrenta hacia la integridad de seres humanos.
Por otro lado se puede añadir, la construcción de un tiempo a esta parte en la provincia Cercado, de edificios altos, los cuales alteran el curso del viento y presentan complicaciones para los pilotos.
Y luego se encuentra, con no menos importancia pero si menos catastrófica, la contaminación de ruido, que es otra desgracia para todo aquel que lleve a cabo sus actividades por debajo de rutas ampliamente transitadas por las avionetas de la FAB despegando/aterrizando/sobrevolando y no cuentan con los audífonos protectores del personal de los aeropuertos. Esta fuente de sonido tan potente perjudica la capacidad auditiva de los ciudadanos que están expuestos a ella cuasi diariamente y aparte pueden generar otros problemas como desórdenes de sueño, estrés, complicaciones cardiovasculares y dolor de oído.
Es surreal observar cómo estas avionetitas de la FAB sobrevuelan por una cantidad sorprendentemente baja de metros de altura barrios y urbanizaciones enteras por Villa Fátima, San Gerónimo, San Luis, San Jorge y otras zonas. No es nada absurdo pensar en que alguna de esas naves puede desplomarse, y por ende, es necesario resaltar estas fallas de seguridad que exponen a tantos habitantes a una desgracia.
No es el primer Editorial y seguramente no será el ultimo que escribamos sobre esta peligrosa practica, pues pareciera a ninguna autoridad local ni nacional le interesa el tema, sea esta de la Defensoría del Pueblo, Municipio, Gobernación, Naabol, DGAC y otras inmersas en el tema.