por: Raúl Pino-Ichazo T.
El arduo, sistemático y denodado trabajo diario sin pausa; la fortaleza de la fe sujeta a todos los avatares posibles durante cinco siglos, con miembros excepcionales en la difícil labor del estudio y la meditación; el cultivo depurado de la inteligencia, la solidaridad con el prójimo y la aproximación constante a los pueblos, conllevan constitucionalmente a erigir una institución jesuítica respetada y confiable, cuyos antecedentes se tornan no inmaculados, por la acción de algunos miembros dominados por la neurosis sexual.
En el decurso de la existencia del mundo, no hay ninguna institución de fe, militar o policial, educativa, de gobierno o privada, que pueda afirmar la inexistencia, entre sus miembros, de algunos varios que deleznaron los principios constitutivos de la institución, la lealtad y las obligaciones de la influencia espiritual y el temor reverencial del cargo que, precisamente, los atrajeron para pertenecer o postular a la institución.
El afrontar conflictos en una institución no significa neurosis, en una u otra época, los deseos, intereses, convicciones colisionan con de los que nos rodean; así los conflictos interiores son partes que integran la vida.
Los actos de un animal están determinados por el instinto, como ser su apareamiento, defensa de la cría, búsqueda de alimentos ante el peligro, y están más o menos prescriptos. En contraste, la prerrogativa y la carga de los seres humanos es su capacidad de elegir y de asumir decisiones.
Para no caer en el abismo de la neurosis de los pedófilos y agresores sexuales, deberíamos saber responder a estas condiciones cuádruples: ¿Queremos realmente ser sacerdotes, abogados, médicos o buenos ciudadanos, o solo consideramos dichas profesiones y status como provechosas y respetables? ¿Deseamos realmente que nuestros hijos sean felices y los hijos de los otros, o solo hablamos de labios para afuera? ¿Estamos realmente tristes por la muerte de un padre o una madre, o simulamos tristeza? ¿Aceptamos las consecuencias de nuestras decisiones?
El tomar una decisión, como la de abrazar el sacerdocio, otra profesión o la condición de ciudadano, presupone la voluntad y capacidad de asumir la responsabilidad implícita; hay un riesgo de equivocarse, empero, se impone la prevalencia de aceptar las consecuencias sin culpar por ello a los demás, volcando frustraciones no superadas en seres inocentes.
Cuando no se es equilibrado con el instinto y los cuestionamientos interiores, surge la neurosis como conflicto básico y, en los agresores sexuales radica entre los instintos, con su ciego apetito de satisfacción y el medio que coacciona que es la familia y la sociedad, convirtiéndose en el superego como lo afirmaba Freud. También el argumento de que la oposición entre las tendencias egocéntricas primitivas (infancia) y la conciencia es la fuente básica de los conflictos, no explica las divisiones existentes en el interior del neurótico sexual y decanta inexorablemente en un fin desastroso que arruina la vida de la persona y de las personas inocentes con las que se relaciona tomando ventaja de su jerarquía.
La institución jesuita es irreprochable en sus nobles objetivos de solidaridad, transmisión de la educación y aprehensión de la sabiduría para acercarse a Dios durante cinco siglos, no obstante estos principios elevados, como toda institución, sea cual fuere su esencia o quididad, es vulnerable a miembros sin fe, ingresados solo para obtener seguridad de supervivencia, sin firmes convicciones menos una monolítica e indestructible moral; por ello no se debe estigmatizar la institución.
—
Es abogado, posgrados en Filosofia y Ciencia Política, Arbitraje y Conciliación, Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Alta Gerencia para abogados, doctor honoris causa en Humanidades, profesor universitario en pre y posgrado