Es una verdad que la vergüenza se constituye, a medida que el ser humano vence etapas biológicas hasta arribar a la adultez, en una fuente incontestable para que el individuo se gobierne según la letra, es decir, las leyes, y no según el espíritu.
No discurrimos lo suficiente sobre la vergüenza pues nos invade la vergüenza al hacerlo y, eso, no está bien. Pero ¿Por qué el título del epígrafe? porque si nos analizamos concienzudamente entenderemos que la vergüenza, como una emoción insuficientemente estudiada, es un detente para incurrir en delitos, y esta vergüenza debemos evitar que sea rápidamente absorbida por la culpa que asume otras condiciones contempladas en las leyes.
En todas nuestra actitudes está presente la vergüenza pues desde niños estudiamos para no ser avergonzados por el aplazo, juramos para cumplir con las prerrogativas de un cargo y no se nos avergüence de nuestro incumplimiento, nos preparamos a dar una clase para evitar la vergüenza de ser avasallados por las preguntas incontestadas de los estudiantes, nos vestimos apropiadamente para evitar el rechazo, más bien recibir el halago, cuidamos nuestro cuerpo con la higiene para no ser objeto de burla por efluvios no deseados.
La vergüenza independiente de los ejemplos casi prosaicos que escribí, supone que uno está completamente expuesto y consciente de ser mirado: en una palabra, imagínense cómo están expuestos los gobernantes y sus decisiones; la vergüenza preceptúa estar conscientes de nuestros actos y de uno mismo.
Toda persona es visible y no está preparada, a ello se debe que soñemos con la vergüenza como una situación en la que nos observan fijamente mientras estamos desnudos, con ropa de dormir o con los pantalones a media asta y a las mujeres en pantaletas.
La vergüenza se expresa desde muy temprano en un impulso de ocultar el rostro, a hundirse, en ese preciso instante, en el suelo, es decir “trágame tierra”; es en esencia la rabia o la bronca contra sí mismo. Quien se siente avergonzado quisiera obligar al mundo a no mirarlo, a no observar la desnudez de su acto, acción o presencia; en síntesis quisiera destruir los ojos del mundo y lo único que puede desear es su propia invisibilidad.
En esta pasada pandemia que, aun, necesita precaución, se acumula la vergüenza cuando no nos hemos cuidado apropiadamente, con la excelsa condición de la disciplina y el amor a la vida, sobre lo cual no se debe dudar pues ésta es hermana de la vergüenza.
Así, como se afirma, la vergüenza es incontestablemente un detente para los errores, un sentido de dignidad apropiada y de independencia legitima por parte de todos nosotros; nos proporciona buena voluntad y expectativa confiada de la clase de autonomía promovida con este ejercicio que no conducirá a las personas a una duda o vergüenza indebida.
Concluyo la columna reafirmando que la vergüenza es una emoción insuficientemente estudiada, pero nadie duda de su acción preventiva.
Dr.Mg. Raúl Pino-Ichazo Terrazas es abogado corporativo, posgrados en Filosofía y Ciencia Política (CIDES-UMSA), Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Interculturalidad y Educación Superior (UMSA), Arbitraje y Conciliación (Especialidad), Derecho Aeronáutico (Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico. Del Espacio y de la Aviación Comercial, gestión del Dr. profesor Enrique Capelli y López, Madrid), doctor honoris causa con tesis aprobada en prevención a la drogadicción (IWA-Cambridge University, USA), profesor universitario de pre y posgrado, escritor.