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miércoles, 29 / marzo / 2023

La leyenda de la “Viuda Negra”, la historia que el tarijeño teme pero no quiere olvidar 

Cientos de leyendas han nacido en el Gran Chaco, entre éstas la del viborón y el silvaco. Cuentan que años antes éstas se relataban al calor de un fogón y un amargo mate. Pero también esto sucede en algunos hogares de la ciudad de Tarija, donde también se han propagado diversas leyendas como la llorona, el jinete sin cabeza, la mano negra, entre otras.

El escritor René Aguilera Fierro quien recuperó estas leyendas afirma que en Yacuiba era normal escuchar hablar sobre la “viuda negra”, quien es considerada un ser sobrenatural con muchas descripciones de su aspecto, pero casi todas son similares y siempre se la describe como una mujer alta, delgada, vestida con un manto negro. Sus apariciones suelen darse en caminos y lugares solitarios.

De esta manera afirman que hace algunos años atrás, para nadie era desconocida la existencia de la “viuda negra”. Su recorrido era de dominio público, se decía que transitaba por las calles de la antigua ciudad de Yacuiba. En Tarija su recorrido comprendía la calle Cochabamba, las calles Comercio y avenida San Martín; dando la vuelta la esquina, se tenía la calle Sucre y por el otro lado estaba la calle Martín Barroso. Ese era el circuito que adquirió fama a raíz de las apariciones.

Según cuenta Aguilera en todos los tiempos, épocas y lugares, siempre hubo tunantes y borrachitos nocturnos, Yacuiba no fue la excepción, más por el contrario era una marcada costumbre ofrecer serenatas de media noche, sea por cumpleaños, por amistad, por conquista, galantería o por lo que sea.

Unos y otros conocían la versión de la existencia de la “viuda negra” por lo que se respetaba a cuanta dama se pudiera encontrar en horas avanzadas de la noche. Por costumbre o temor los varones preferían esquivarlas o no dirigirles la palabra. La creencia en la “viuda negra” era superior a todo instinto.

También se decía que aparecía en ciudades, parada a mitad de las cuadras y siempre estaba como ausente o en espera de algo. Cuentan que casi siempre se relacionaba con los hombres con una sonrisa tétrica. Dicen también que muchas veces ha acompañado a los hombres sin hacerles ningún tipo de daño, sin embargo no siempre sucede lo mismo.

René Aguilera Fierro relata que cierta vez un señor llamado Weimar Aparicio que se encontraba alojado en casa de la familia Vásquez, se recogía de una fiesta casi al amanecer y a la distancia pudo ver que sobre la misma vereda se aproximaba una dama vestida de negro.

Cuentan que el chaqueño Aparicio era un hacendado nacido y criado en el campo, acostumbrado a las vicisitudes de la naturaleza, era un tanto torpe y rudo en su manera de ser. Varias veces había escuchado hablar de la “viuda negra”, comentario al que jamás le dio crédito; por el contrario en su borrachera consideró una gran oportunidad para romper con aquella “ridícula creencia”.

Esa noche apresuró la marcha a fin de toparse con ella y le tocó el hombro. Le bastó aquello para que su cuerpo saliera expulsado por una extraña fuerza hacia las piedras, al mismo tiempo que miraba sorprendido a la dama, “era un rostro blanco, dientes enormes, ojos impresionantes, facciones diabólicas, era una horrible calavera”, manifestó el propio Aparicio.

“Lo que ocurrió después fue de dominio público, especialmente para los vecinos de la calle Cochabamba, lugar donde ocurrió este hecho. Se cuenta que don Weimar Aparicio ingresó como un loco en el dormitorio de los esposos Vásquez. Tenía el rostro ensangrentado, gritaba horrorizado y decía ‘Ahí está, ahí está. Tanto los dueños de la casa como algunos vecinos alarmados acudieron al lugar atraídos por la gritería; reunidos inspeccionaron los alrededores, se valieron de lámparas y linternas pero no lograron ver ni encontrar nada, tampoco rastro en las arenas donde ocurrió el suceso”, continuó Aguilera.

Añadió que al día siguiente, entre las piedras se pudo ver un viejo pañuelo de seda de color negro, en el mismo sitio donde el señor Aparicio suponía haber caído. Este pañuelo estuvo expuesto en el lugar durante mucho tiempo. El señor Weimar Aparicio, después de haber repetido una y otra vez su desafortunada experiencia de la víspera dijo que nunca más trataría de acercarse a una mujer en horas de la noche.

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