por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas
El autor J.L. Austin decía “nunca es lo correcto decir que una oración es un enunciado, mas bien lo correcto sería que la oración es usada al hacer un enunciado” y se trata de un filósofo-sociólogo británico de notable envergadura creador de la obra “Como hacer cosas con las palabras”, título que nos traslada a la interrogación interna de cómo usar las palabras con proyección objetiva.
Desde hace mucho tiempo los filósofos han propuesto que el papel de un enunciado solo puede describir algún estado de las cosas o enunciar algún hecho, con verdad o falsedad y la verdad se la obtiene en la profundidad: veritas est in puteo, voces latinas que significan la verdad está en la profundidad. Sobre el aspecto de la profundidad (en exceso), allana el camino a los irresponsables políticos y hasta quien dice ser nuestro amigo, porque quien dice “prometer no es simplemente cuestión de expresar palabras, sino se trata de un acto interno y espiritual”, puede parecer un sólido moralista; como lo dice el propio Austin, erguido frente a una generación de teóricos superficiales.
A este teórico lo vemos observando las profundidades invisibles del ámbito ético, con la presunción de un especialista en lo sui generis (único, especial) sin embargo nuestro moralista proporciona una salida, una excusa al perjuro que ha dicho “Si juro”, y una defensa al tramposo que ha dicho “te apuesto”. Tanto la precisión como la moral están en favor de la expresión coloquial según la cual “la palabra empeñada nos obliga”.
Será que lo humanos excluimos nuestros actos internos y ficticios como los precitados(interpretación del columnista), y si podemos suponer que alguna de las otras cosas, que, certeramente, además de la normalidad requieren como complemento de expresiones de esta siguiente raigambre “ te prometo que…”, o “ Sí juro” (cargo gubernamental),son en realidad cosas descriptas por estas expresiones, estructurando que, cuando estas cosas se presentan o se dan, la expresión sea verdadera o falsa cuando sucede lo contrario.
Se aclara intelectivamente esto último: se debe considerar ahora que es lo que efectivamente decimos acerca de la expresión en juego o dicha cuando uno u otro de los hechos concomitantes con ella está ausente. Aquí nadie dice que la expresión es falsa, sino que ella, o más bien el acto como es la promesa es nulo, o hecho de mala fe, o incompleto, o cosa similar.
En el caso particular de prometer, como ocurre en otras muchas ocasiones, es apropiado que el político o la persona que expresa la promesa tengan una determinada intención, a saber, cumplir su palabra, porque el político solo debe servir al pueblo si quiere pasar a la historia. Ejemplificando lo último es irrisorio de los irrisorios cuando nos encontramos con una persona y nos dice te prometo llamarte esta tarde para vernos y tomar un café; lo ha hecho para deshacerse de nosotros pues nunca llamará. Esta es una costumbre endémica deplorable pues lo correcto sería saludar y despedirse sin hacer promesa alguna si no se quiere volver a ver o llamar a la persona de marras que, luego no cumplida deteriora gravemente la imagen de quien la hace.
Quizás este ejemplo que se repite todos los días en nuestra sociedad boliviana, entre todos los episodios concomitantes, aquél que mejor resulta registrado por las expresiones” te llamo, te prometo, te visitaré, te enviaré, te contactaré” ( éste es el más asiduo reincidente).
Hablar así no es decir que la expresión “te prometo que…”, es falsa, en el sentido que aunque el que enuncia dice que promete, en realidad no lo hace, o que aunque describe, describe falsamente, porque quien usa la fórmula “te prometo que…”, promete; la promesa es ni siquiera nula aunque es hecha de mala fe.
La expresión es equivoca, engañosa y sin duda moralmente engañosa y naturalmente moralmente incorrecta, empero, no es una mentira un enunciado erróneo. Y ¿ qué implica una falsedad o un enunciado erróneo?, que el promitente se propone hacer algo; pero esto es una cosa totalmente distinta; significativo es que no se habla de una apuesta falsa o de un bautismo falso; y el hecho que realmente se habla de una promesa falsa no debe comprometer al sujeto más que el hecho que se trata de una acción falsa y la palabra falso no solo se usa respecto a enunciados.
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Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política (Maestría), Derecho Aeronáutico, docencia en Educación Superior, doctor honoris causa, (IWA-Cambridge University)