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viernes, 19 / abril / 2024

Por la pandemia cayó el diagnóstico de la tuberculosis y se incrementó la mortalidad

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El peso real de la pandemia de COVID-19 no solo presenta como resultado el número de personas afectadas o fallecidas a causa de esta enfermedad respiratoria, sino que, además, muestra el impacto que tuvo sobre otras afecciones cuya atención quedó relegada y, muchas veces, desatendida.

Es el caso de la tuberculosis: una de las enfermedades que más muertes ocasionaba a nivel global y en la que se ha verificado un retroceso en cuanto a su diagnóstico y tratamiento a causa de la pandemia. Para generar conciencia sobre esta afección, el 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis.

Lo que hemos visto con la tuberculosis, al igual que en la mayoría de las patologías crónicas y prevalentes, es que su atención ha quedado relegada por la epidemia del COVID-19, porque prácticamente todos los servicios médicos nos hemos corrido de nuestras rutinas habituales para abocarnos exclusivamente a la pandemia”, advirtió el médico neumonólogo Matías Scafati (MN 97.513), jefe de la Unidad de Internación de Neumonología del Hospital Tornú. Además, agregó: “Lo que estamos empezando a ver hoy son justamente las consecuencias: estas enfermedades han seguido su evolución natural”.

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que afecta a los pulmones y que es causada por una bacteria (Mycobacterium tuberculosis) que se transmite de una persona a otra a través de las gotitas de aerosol que permanecen en el aire tras haber sido expulsadas por personas con la enfermedad pulmonar activa. Aunque en personas sanas suele ser asintomática, los síntomas de la tuberculosis pulmonar activa son: tos (a veces con esputo que puede ser sanguinolento), dolor torácico, debilidad, pérdida de peso, fiebre y sudoración nocturna.

No todos los que estamos expuestos a la tuberculosis nos enfermamos. Una vez que ingresa a nuestro organismo, la bacteria puede ir por diferentes caminos: un camino es que nuestro sistema inmunológico la pueda eliminar por completo, el otro camino es que nuestro sistema inmunológico no lo pueda eliminar y la bacteria permanezca allí, causando lo que se denomina una infección tuberculosa latente. La bacteria queda alojada normalmente en el pulmón o en las zonas cercanas al pulmón y se puede producir una infección. Si en algún momento bajan las defensas o si se deteriora la inmunidad, se puede desarrollar esa enfermedad latente”, explicó el doctor Scafati.

Ya en octubre de 2020, a poco más de 6 meses de declarada la pandemia, la OMS publicó su informe Global Tuberculosis Report 2020, en el que advertía que el COVID-19 “amenazaba con revertir los avances recientes en la reducción de la carga global de la tuberculosis”. “El reporte más claro de tuberculosis es el que hace anualmente la Organización Mundial de la Salud —señaló el doctor Scafati—. Lo que se pone en evidencia en este reporte es que entre el 2019 y el 2020 hubo una caída significativa en la notificación de la tuberculosis de cerca del 20%: en 2019 se notificaron alrededor de 7.100.000 casos, mientras que en 2020 se notificaron menos de 6.000.000″.

En la Argentina, las estadísticas más recientes sobre la tuberculosis son previas a la pandemia. En 2019 se notificaron 12.499 nuevos casos, dando lugar a una tasa de notificación de 27,8 por cada 100.000 habitantes. Es de esperar que en los siguientes boletines los números de notificaciones sean menores, pero no por una reducción de los contagios sino porque muchos pacientes no accedieron al diagnóstico a causa la situación del sistema de salud durante la pandemia de COVID-19.

Pero a nivel global hay datos aún más preocupantes que sugieren una caída en el acceso y la adherencia al tratamiento de la tuberculosis: “Contrastando con una menor notificación de casos, aparece un aumento en la incidencia de la mortalidad, la cual venía decayendo” dijo el especialista. Según las estadísticas más recientes de la OMS, mueren hoy 1.5 millones de personas al año a causa de la tuberculosis, lo que la convierte en la enfermedad infecciosa que más muertes ocasiona en el mundo.

El Día Mundial de la Tuberculosis fue establecido en conmemoración del día en el que Robert Koch anunció que había descubierto la bacteria que causa la tuberculosis en 1882, lo que abrió el camino hacia el diagnóstico y la cura de esta enfermedad.

Prevención, diagnóstico y tratamiento

La principal herramienta de prevención de la tuberculosis es la vacunación. En la Argentina se vacuna con la BCG a los menores de un año, porque sabemos que esta vacuna previene las formas graves de tuberculosis —explicó el doctor Scafati—. Estas formas graves de tuberculosis se suelen dar en los niños que todavía no tienen la inmunidad desarrollada, y que por lo tanto son más vulnerables a la tuberculosis. La tuberculosis infanto-juvenil es un problema a nivel mundial pero también en nuestro país”.

En la Argentina, el 17% de los diagnósticos corresponden a niños y adolescentes, muestra el último boletín epidemiológico sobre Tuberculosis.

En cuanto a su diagnóstico, la pandemia de COVID-19 lo complejizó. En un paciente con síntomas respiratorios, comentó el especialista, “hoy el test de COVID sigue siendo ‘la primera ficha de dominó’ que uno tiene que tirar; recién después el médico debe seguir investigando y pensar en una tuberculosis a partir de los síntomas del paciente, de los datos recabados en el interrogatorio del médico y de la presencia de factores predisponentes”.

En ese contexto, la existencia de estudios y tests específicos es de gran utilidad. El test cutáneo para la tuberculina emplea una proteína obtenida del Mycobacterium tuberculosis que se inyecta de manera subcutánea para buscar una reacción en la piel; si esa reacción se produce es que uno estuvo expuesto a la tuberculosis. Una persona expuesta significa que está infectada o está enferma. La segunda herramienta es la radiografía de tórax. Si la persona está con síntomas es también fundamental hacer el cultivo de esputo. También hay pruebas moleculares que nos permiten aumentar la sensibilidad para el diagnóstico si el cultivo es negativo. Esas pruebas permiten, además, ver si hay genes mutados que hablen de una posible resistencia a los antimicrobianos utilizados en el tratamiento. Son pruebas que ahorran tiempo y permiten implementar un tratamiento empírico adecuado”, explicó el doctor Scafati.

El tratamiento de la tuberculosis se realiza a través de antibióticos que deben ser administrados durante 6 meses, por lo que es fundamental sostener y favorecer la adherencia de los pacientes. “Previo a la pandemia, ya veníamos con tasas de abandono que estaban entre el 10% y el 20% –señaló el especialista–. Lo que pasó con el COVID-19 es que se quiso derivar a los pacientes a sus jurisdicciones. En el Tornú, como hospital de referencia, teníamos pacientes de diferentes localidades que dejaron de venir y que ahora estamos tratando que vuelvan al tratamiento. Por otro lado, con el abandono del tratamiento uno empieza a preocuparse por la posibilidad de que aparezcan cepas resistentes a los antibióticos”.

Hay una connotación negativa en torno a la tuberculosis, la gente la relaciona con la pobreza, con la marginalidad; eso es un preconcepto, es un error. Es importante derribar esta creencia para poder diagnosticar y pensar que cualquier persona con síntomas puede llegar a tener tuberculosis y hacer los estudios correspondientes para confirmarlo o no”, concluyó el doctor Scafati.

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