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jueves, 25 / abril / 2024

EL LABERINTO EDUCATIVO BOLIVIANO

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Sin duda alguna toda época llamada así misma, egocéntricamente, de cambios produce algo interesante, a pesar de sus errores. En Bolivia por primera vez se intentó desde el Estado en estos últimos años, por fin tener un programa, un curriculum y una idea nuestra desde la educación. Por justicia histórica y nacionalista, los pueblos indígenas ocuparon el centro de la atención. Y desde esa perspectiva, al menos en teoría, se recuperó al fin un grado de nacionalismo étnico; pero es cierto que los burócratas no entendieron la magnitud de lo que se quería: lo jodieron porque estaba en sus manos. Pueblos indígenas dueños de todos estos territorios, desde hace miles y miles de años. Que conquistados y destruidos, nunca más fueron reconocidos como los verdaderos dueños de estos territorios, sino sistemáticamente destruidos y arrinconados a ser los esclavos de los invasores y sus descendientes. Por tanto, al menos en teoría el Estado actual les reconoció un protagonismo educativo.
Se avanzó bastante en cobertura educativa, llegando a pasar los 90% en las estadísticas nacionales, lo cual es positivo tratándose precisamente de uno de los países que más expulsaba a educandos, del sistema educativo estatal. Se avanzó notoriamente en construcciones por todos los rincones del país. Considerando que siempre estamos entre los países más pobres del mundo, pues este hecho cambia considerablemente al menos como espacios que el sistema ofrece: más humanos, más cómodos y con infraestructuras que deberían haber sido hechos hace cincuenta años. Hoy vemos construcciones más atractivas, más cómodas y con los aditamentos deportivos, bibliotecas e incluso lugares de reuniones y asambleas para la comunidad. Sin embargo, lamentablemente cobertura no quiere decir calidad. Ahí las herencias clásicas siguen siendo una constante: deficiencias graves en los procesos educativos, con atrasos espeluznantes que en la mayoría de los casos los bachilleres salen siendo analfabetos funcionales. Es decir, sin los instrumentos adecuados para enfrentar las realidades presentes, desafiantes, y tremendamente competitivas. Ese engaño sistemático e histórico no se ha resuelto.
Es cierto también que la inclusión social y cultural ha dado pasos importantes, ejercicio social que era necesario desde hace mucho. En uno de los países más racistas del mundo, como comportamiento cotidiano y habitual, la educación es uno de los canales para sanar dichas enfermedades mentales. Pero otra vez, esos avances nada tienen que ver con la calidad educativa, desde los instrumentos necesarios e imprescindibles para construir sociedades más sostenibles y cómo no modernas en el buen sentido inclusivo.
La economía sin duda alguna es importante, y como muchos países a lo largo del mundo han encontrado en sus sistemas educativos, los instrumentos necesarios para resolver esos enormes y complejos desafíos. Probablemente Corea del Sur sea el país de las últimas experiencias en ese sentido. El sistema educativo boliviano intentó hacer algo así, desde nuestras realidades; sin embargo han quedado muy cortas las expectativas, porque con solo deseos y papeles bien escritos no se cambian las realidades. Sin laboratorios, sin radicales experiencias productivas, sin cambiar los modelos de aulas que son demasiado tradicionales, sin realmente producir alimentos en las comunidades, y al menos bicicletas en las ciudades pues no será posible caminar hacia sistemas más productivos e industriales. Seguiremos nomás en las lindas y atractivas teorías, para los informes de las burocracias inútiles y anti pedagógicas.
La burocracia está matando a la educación. Esa enfermedad tercermundista de los papeles y los informes hasta el infinito, que sólo sirven para la justificación de las oficinas inútiles de las ciudades, está terminando por destruir a los procesos educativos. Es cierto que vivimos momentos difíciles y de incertidumbre mundial, de inseguridad extrema y al final la burocracia se impone porque la gente cede ante la tragedia: prefiere cuidar el trabajo, es decir la burocracia. Pero eso mismo está matando a los soñadores, a los herejes que son en definitiva los más adecuados para hacer educación en serio. Ahí no hay ninguna diferencia entre lo estatal y lo privado, son exactamente lo mismo. Se ha impuesto la burocracia, a los sueños y las esperanzas de construcción de sistemas educativos desafiantes, agresivos y realmente revolucionarios científicamente.
Esa burocracia educativa está matando a toda una generación de jóvenes, que ya no encuentran nada en las aulas, sino las mismas repeticiones escolásticas y los mismos engaños a nombre de valores cavernarios y absolutamente obsoletos. Los jóvenes asisten a las aulas por obligación, por seguir los patrones estúpidos de las sociedades actuales: quedar bien ante los padres, ante la pinta de las charlas y el entrenamiento en hipocresía de alto nivel. Porque nada ofrecen las aulas, no dan conocimiento ni herejía, ni rebeldía científica e intelectual. Las aulas matan la creatividad de los jóvenes, les vuelven burócratas y consumistas tontos, del montón y masa amorfa sin consciencia social y cultural. Por eso el crecimiento de la violencia, del alcoholismo y la delincuencia porque eso sí aprenden ante la ausencia total de educación y desafíos más gigantes.
Necesitamos de cirugías extremas como sistema. El llamado proceso de cambio también ya ha quedado pequeño y obsoleto en sus intenciones. De hecho sus burócratas no han entendido nada de sus propios papeles y desafíos teóricos. Hoy seguimos nomás en las estadísticas de la tragedia, sin calidad educativa básica al menos para la sobrevivencia alimentaria. Pues nosotros mismos estamos cerrando la puerta de ingreso a las revoluciones económicas y tecnológicas del mundo. En la manera provinciana como manejamos la educación, estamos condenando a otra generación más, para seguir los sueños a las calendas griegas, y no haya gente pensante, desafiante, herejes de exportación e intelectuales críticos como creadores. Así seguiremos dando espacios a los más pendejos y vivillos politiqueros, que no necesitan por supuesto de la educación, sino del folklor político mediocre y sus nefastas consecuencias sociales como económicas. Así jamás nos liberaremos de ningún imperio. En fin, en fin…
por: Max Murillo Mendoza

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